JUAN RAMÓN JIMENEZ
Juan Ramón Jiménez Mantecón nació en Moguer, Huelva, el 23
de diciembre de 1881 y
murió en San Juan, Puerto Rico, el 29
de mayo de 1958.
Fue un poeta español, ganador del Premio Nobel de Literatura en 1956,
por el conjunto de su obra.
En 1891 aprueba con calificaciones de sobresaliente el examen de
Primera Enseñanza en el Instituto “La Rábida” de Huelva. En 1893 estudia
Bachillerato y obtiene el
título en Artes. Se traslada a Sevilla, en 1896, para ser pintor, creyendo que
esa es su vocación. Allí frecuenta la biblioteca del Ateneo sevillano. Escribe
sus primeros trabajos en prosa y verso. Empieza a colaborar en periódicos y
revistas de Sevilla y Huelva.
Conoce a Zenobia
Camprubí Aymar en 1913. Se enamoró profundamente de
ella. Hizo varios viajes a Francia y
luego a Estados Unidos, donde en 1916 se
casó con ella. Este hecho y el
redescubrimiento del mar será decisivo en su obra, escribiendo Diario
de un poeta recién casado.
Su Moguer natal fue un referente en toda su
obra, fuente de inspiración y elemento de nostalgia.
“Te llevaré Moguer a todos los lugares y a todos los tiempos,
serás por mí, pobre pueblo mío, a despecho de los logreros, inmortal”.
“Te he dicho Platero que el alma de Moguer es el vino, ¿verdad?.
No; el alma de Moguer es el pan. Moguer es igual que un pan de trigo, blanco
por dentro como el migajón, y dorado en torno -¡oh sol moreno!- como la blanda
corteza”.
Obras:
Platero
y yo
Diario
de un poeta recién casado
Piedra
y cielo
Juan Ramón Jiménez - Vicente Monera ("Platero y yo" Capítulo I)
Capítulo
primero
Platero
Juan Ramón decía que su burrito era:
Platero
es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera,
que se
diría todo de algodón, que no lleva
huesos. Sólo los
espejos
de azabache de sus ojos son duros cual dos
escarabajos
de cristal negro.
Lo dejo
suelto, y se va al prado, y acaricia tibiamente con
su
hocico, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y
gualdas...
Lo llamo dulcemente: ¿Platero? y viene a mí con un
trotecillo
alegre que parece que se ríe en no sé qué cascabeleo
ideal...
Come
cuanto le doy. Le gustan las naranjas mandarinas,
las uvas
moscateles, todas de ámbar; los higos morados, con
su
cristalina gotita de miel...
Es tierno
y mimoso igual que un niño, que una niña...;
pero
fuerte y seco por dentro como de piedra. Cuando paso
sobre él,
los domingos, por las últimas callejas del pueblo, los
hombres
del campo, vestidos de limpio y despaciosos, se quedan
mirándolo:
—Tien’ asero...
Tiene
acero. Acero y plata de luna, al mismo tiempo.
Espero
que esta página sea de vuestro agrado y os haga querer un poco más la
literatura.